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Los sucesos acaecidos en Buenos Aires son clave en la novela Espías de Sangre. Algunos de los capítulos del libro, en esta grandiosa capital, muestran con toda su crudeza la frustración, el desamor, el orgullo, la lealtad o el engaño.
Buenos Aires merece una visita, y dos, o tres... nunca es igual, siempre sorprende. Es tan grande que toda ella, completa, no cabría en sí misma.
Cuando se funda la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, hoy Buenos Aires, por Pedro de Mendoza en 1536, los solares abundaban entre las escasas construcciones. Estos se usaban como lugar para situar los mercados, ubicar carros y caballerizas, e incluso verter la basura. ¿Y quién lo diría?, como la metamorfosis que le ocurre al gusano que se arrastra primero, convirtiéndose luego en una mariposa de libre vuelo, así estos espacios otrora sucios, baldíos y baratos hoy es donde se sitúan las plazas más importantes y con mayor encanto de la capital argentina.
Así, en el barrio más pequeño y tanguero de la ciudad, en San Telmo, se alza una de las plazas más antiguas, su nombre: Coronel Manuel Dorrego.
El domingo es el mejor día para disfrutarla. Asoman tenderetes de antigüedades y artesanías mientras se escucha de fondo algún bandoneón cuyo lamento alimenta a tangueros dispuestos a bailar para los turistas.
En un de las esquinas hay un bar-café, cuya puerta, en el mismo chaflán, viste ya levantada una vieja persiana de color verde. Es el Café Plaza Dorrego Bar, un clásico del barrio, que cuenta con grandes ventanales en sus laterales enmarcados en vieja madera marrón.
Aquel día aparecían alzados los vidrios, permitiendo que se colara la música y el aire fresco de aquella soleada mañana primaveral. Tras ellos se vislumbraban unas mesas cuyas vistas privilegiadas al alboroto de la plaza, junto al olor que se desprendía a café y empanadas, me invitaron a pasar.
Me pedí un primer café. Mientras lo traían saboreaba sin prisas el ambiente que me rodeaba. Sonreía sin saber por qué.
La algarabía confunde en una primera instancia, luego, te acostumbras a ella, y después atinas a discernirlo todo. Igual me ocurría con los olores y hasta con los colores, en ese estado de concentración, o evasión, todo se identificaba mejor, con mayor nitidez.
Atendía en paralelo a la música y al ruido, mientras me impregnaba del olor a cafetera, vigilaba los movimientos de los tangueros, que parecían acompasarse al grito de los vendedores, y aquella luz cegadora que atravesaba los vidrios alegremente rotulados con el motor ronco, en la distancia, de los coches que rodeaban la plaza.
Y así fue cuando me llegaron aquellas voces, desde la mesa de al lado, con ese típico acento del español rioplatense. Ese carácter tan propio del habla que estilan: un yeísmo indómito, su natural voseo y el seseo tan particular de la zona.
Aquel acento me llevó directamente al puerto donde desembarcó Pilar, a la época en la que tuvo que venir, y al Buenos Aires que la recibió.
Un aroma entrañable me hizo bajar la mirada. No me había percatado que el café, que al llegar había solicitado, se encontraba encima de la mesa. ¿En qué momento llegó? ¿Qué estaría escuchando, oliendo o viendo cuando el camarero allí lo dejó? En realidad eso me daba igual. Decidí sacar mi portátil de la mochila y seguir escribiendo aquel capítulo de Espías de Sangre.
Capítulo 2 (fragmento). Novela Espías de Sangre.
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La tía Pilar marchó tras la guerra civil española, un 19 de mayo de 1940, a Buenos Aires. Era la segunda en edad, de los ocho hermanos, después de Juan Luis, que se encontraba en la cárcel, y por tanto ella había sido la elegida para recuperar una importante herencia que a la familia le correspondía en tierras argentinas. ¡Qué grande y pesada resultaba la encomienda que le encargaban!
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Buenos Aires - Café Bar Plaza Dorrego
Ysaac M. de Txiquerra
El Ateneo Grand Splendid, en el conocido barrio de La Recoleta de Buenos Aires, no es una librería comercial, es un auténtico sueño hecho realidad. La estética de lo que fuera el maravilloso teatro creado en 1917 por el empresario y fotógrafo austriaco, Mordechai Glücksmann, se muestra excelsa, brillante, espectacular...
Caminé desde el hotel hasta el número 1860 de la Avenida Santa Fe. La entrada de la librería, siendo hermosa, no permite adivinar lo que esconden aquellas vidrieras cargadas de libros, Allí, custodiadas por dos grandes columnas y vigiladas por una enorme marquesina, se podía estar guarecido de la fina llovizna que caía aquel día. Los estantes, de una librería al uso, separan la mirada del visitante de lo que está por llegar. Tras recorrer aquella primera estancia, es cuando asomas al paraíso. Palcos, foso, galerías, escenario y proscenio adaptados para lucir los libros como si visitáramos una galería de arte o estuviéramos frente a una gran alfombra roja de un desfile de modas. Aquí la librería se abre hacia el cielo y en cada nivel asoman sus palcos vestidos de libros. Todo invita a recorrerlo, a pasear por sus pasillos y detenerse entre los estantes. Pareciera una ciudad, con sus edificios y calles, incluso el escenario, por el que pasaron mitos del canto porteño como Carlos Gardel, Ignacio Corsini o Roberto Firpo, quien le dedicó a este templo su propio tango, hoy está convertido en una cafetería donde poder descansar de aquel callejeo virtual y saborear los libros antes de comprarlos.
El ambiente que provoca la visión de aquel espectáculo, la música de fondo, el aroma a café o los lectores curiosos, ávidos de encontrar aquella obra desconocida que por arte de magia convertirá las horas de gozosa lectura en breves minutos, sin duda, siempre embelesa...
Me senté en una de las mesas, y al revés de lo que debe ocurrir en un teatro, era yo quien observaba, absorto, desde el escenario a lo que antes fuera el patio de butacas.
Fue fácil en este lugar volver a la cordillera andina, a Bariloche, y a Buenos Aires, allí donde había dejado lo que escribía, Ahora en la librería Ateneo lo retomaría y seguiría con aquel nuevo capítulo de Espías de Sangre...
Capítulo 15 (fragmento). Novela Espías de Sangre.
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Tras varias batallas en costas chilenas fueron derrotados por los ingleses en las islas Malvinas. Los supervivientes, entre ellos Canaris, son hechos prisioneros e internados en la isla Quiriquina, situada en la bahía de la Concepción, a escasos kilómetros de Talcahuano.
Wilhelm consiguió un pasaporte chileno, a nombre de «Reed Rosas», presuntamente nacido en Osorno, y junto a su dominio del español le sirvió para cruzar en solitario la cordillera de los Andes hasta Bariloche, posteriormente desde Buenos Aires, zarpó en un barco holandés hasta Róterdam, desde
donde pasó a Alemania, siendo recibido como un gran héroe.
Wilhelm Canaris fue destinado, gracias a su conocimiento del idioma español, a las nuevas oficinas de la Agencia de Inteligencia de la Marina Exterior Alemana situadas en la embajada de Madrid,
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Tras escribir un buen rato regresaría al hotel a descansar y a leer. Qué mejor momento para comprar algunos libros en aquel maravilloso lugar.
Me decidí por tres ejemplares: «La Guerra de la Frontera», de Miguel Ángel de Marco, donde se narra la lucha en aquellas tierras australes entre indios y blancos en el periodo de 1536 a 1917, «la Biblia del Ajedrecista», me tocaba repasar ciertas jugadas que aparecían en el relato del libro que escribía, y un clásico para disfrutar, esta vez en edición de bolsillo, «Cuentos» del uruguayo Mario Benedetti.
Es lo que tienen las librerías, y es que tras visitarlas, te llevas para siempre contigo una parte de ellas.
Buenos Aires - Librería Ateneo
Ysaac M. de Txiquerra
En la novela, Espías de Sangre, el norte de África acompaña de cerca el relato del libro. Las guerras europeas también mueven ficha en todo el territorio magrebí. La influencia y presencia tanto de Francia como de España es en esta zona predominante, con demasiados y cruentos enfrentamientos locales. De aquí parte el ejército de regulares que acompaña a Francisco Franco, en esta región se sitúa Tetuán, otra llave del estrecho en oposición a Gibraltar, y convive la española ciudad de Ceuta donde se reúnen insignes personalidades... Esto, y mucho más, convierte a Marruecos y su entorno en parte importante de la novela Espías de Sangre.
Era en un mes de agosto y la temperatura superaba los cuarenta grados. En la ciudad de Marraquech, sus habitantes, mercados, y animadas callejuelas casi desaparecen durante las horas más calientes del día.
Para el ayuno los musulmanes siguen uno de los versos de la sura medinesa de al-Báqarah (el capítulo más largo del Corán) que dice:
«Coman y beban hasta que el hilo blanco del hilo negro se distingan a la naciente luz del día»
En verdad, cuando te mueves en esta latitud y por estos parajes, es sabio el aviso, no solo para aquellos que siguen puntualmente el ayuno en el Islam, sino para todos los que hasta aquí hemos llegado.
Se entiende a la perfección la dificultad que acarrea desplazarse bajo los tórridos rayos de sol, que laceran la cara cuando te alcanzan. Comprendes en primera persona la necesidad de encontrar el tesoro de una simple sombra.
La sura se refiere al tiempo que ocurre entre el atardecer y el amanecer, habla de la noche, y es el momento en que revive esta ciudad.
Contrario a lo que se piensa, es con la luna cuando despierta la urbe, vistiendo plazas como la de ŷâmiʻ al-fanâ en el centro de la ciudad vieja o alfombrando las calles colindantes de manteros que se establecen en un perfecto y calculado desorden.
Por arte de magia aparecen y se montan multitud de puestos de naranjas, dulces y comidas, entre los cuales encantadores de serpientes hacen las delicias de niños y turistas, y mientras la luna aparece, vuelven a estar concurridas las pastisseries, las casas de té y los variados comercios que nos rodean.
Sí, la ciudad está en pie, esperando que la recorras.
Así, temprano, tras desayunar en Les Jardins de la Koutoubia, daba el primer paseo del día. Aún te acarician los últimos soplos de la brisa templada que deja la noche del desierto. El sepulcral silencio, solo era roto por el adhan, la puntual llamada a la oración que el almuédano realiza desde los altos minaretes de la ciudad. En verdad la ausencia de sonidos también sosiega la mente y te ofrece una paz interior diferente. Llevaba caminando un rato distraído hasta que el sudor aparece y te recuerda que debes volver al refugio de los patios y fuentes del hotel.
Es mi hora de escribir.
Y así seguiría siendo hasta que nuevamente «el hilo blanco y el hilo negro» se confundan nuevamente en la noche.
Capítulo 56 (fragmento). Novela Espías de Sangre.
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José Ungría había sido número uno de su promoción en la Academia de Infantería de Toledo, cursó estudios en Paris, en el «École de Guerre». allí compartió aula con De Gaulle y logró en 1924 el Diploma de Estado Mayor. Durante tres años estuvo destinado en el cuartel general francés de Marruecos y en 1930 asume el cargo de agregado militar de la Embajada Española en París, donde coincidió con Francisco Franco que estuvo hasta 1933, asistiendo a la misma escuela de guerra a la que él había ido, permitiéndoles encontrarse también fuera de las aulas y de la embajada. Ungría conocía a Franco muy bien y sabía cuáles eran las teclas que había que pulsar para lograr su atención… era gran devoto católico, un amante de lo misterioso y muy astuto estratega.
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Marraquech - Les Jardins de la Koutoubía
Ysaac M. de Txiquerra
Varios de los protagonistas, la trama y la historia colocan al Perú en el centro de la novela histórica de Espías de Sangre.
Los cambios que vive Perú a en los años 50, 60 y 70, dotan a la novela de un escenario único.
Lima siempre romántica, colonial, criolla, chola y bella nos deja escenas en el libro inolvidables.
Me gusta alojarme en el capitalino distrito de Miraflores, a pocas cuadras del Óvalo, la plaza donde se encuentran las avenidas de Ricardo Palma y José Pardo, en ese vértice imaginario al que llegan los parques de Miraflores y Kennedy, siempre ocupados por artistas, artesanos, enamoradas parejas criollas, estudiantes y bailes folclóricos.
El distrito goza de impagables vistas al Pacífico desde sus múltiples miradores como el del parque del Amor,. Desde aquí los atardeceres que te regala este océano enorme son espectaculares, así debieron entender, las culturas indígenas, que este solo, «Inti» le llaman, debía ser un auténtico Dios.
En la esquina de la calle Martín José Olaya con la Diagonal se encuentra uno de los iconos de la cultura «sanguchera» limeña: La Lucha Sanguchera Criolla,
Sí, como quieran llamarlo: sándwiches, emparedados, sánduches, sangüiches o como aquí en Lima, sánguches.
Al atardecer, sentado en su pequeña y concurrida terraza, puedes degustar verdaderas delicias entre pan y pan.
A mí me encanta el de chicharrón de cerdo, con camote, doble cebolla y salsa criolla, acompañado de unas papas fritas huayro (especialidad de la casa) y una chicha morada bien fría.
Mientras comía mis pensamientos me llevaban al libro, a lo que se le pasaba por la cabeza a Juanmari cuando recibió aquel telegrama...
De un sorbo quedó el vaso de chicha vacío y me marché del lugar alejándome del libro momentáneamente.
Atravieso el pasaje Champagnat, un corto recorrido entre mesas de ajedrez donde cualquiera puede sentarse a jugar, y cruzo el parque dirigiéndome hacia el Óvalo.
Lo hago levantando la vista entre los árboles al cielo despidiendo los rayos multicolores que desde el malecón se ocultan bajo el agua y avisan que llega la noche.
De verde y blanco, en uno de los laterales que circunvalan la plaza, se encuentra el ya casi centenario Café Suisse-Restaurante «La Tiendecita Blanca».
Un café y agua, pido para este escritor, mientras retomo aquel capítulo de la novela Espías de Sangre en e que estaba trabajando.
Capítulo 12 (fragmento). Novela Espías de Sangre.
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― ¿Solaeche? Nunca había oído hablar de él.― Me dijo que te esperaría mañana en la cafetería de la Tiendecita Blanca, ya sabes, en Miraflores, a las nueve en punto.
― ¿Cómo lo reconoceré? ―dijo Juanmari.
― Es fácil ―contestó Pilar― el que veas solo en una mesa, con barba y pinta de marinero. En cualquier caso, él lo hará. Insistió mucho en que debes ser cauto y vigilar para que no te siga nadie...
― ¿Pero quién me va a seguir, tía? ―dijo Juanmari.
― No lo sé, yo le pregunté lo mismo, será esa gente mala; tengo miedo, Juanmari, cuídate, mi amor…
― Tía no te preocupes, dices que mi padre lo conoce ―al ver la cara de angustia de su tía Juanmari intentó tranquilizarla, aunque en el fondo tampoco él entendía la situación y ya se sabe que lo desconocido es el origen de todos los miedos.
― ¡Ah! ―exclamó Pilar―, también indicó que si no aparecías a la hora pactada esperaría un máximo de quince minutos y si no llegabas ya no podríais veros, que se marcharía.
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Lima - La Tiendecita Blanca
Ysaac M. de Txiquerra
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En 1909 se funda el Home Section of the Secret Service Bureau, la Oficina del Servicio Secreto, en Londres, la mayor central de espionaje e inteligencia en los años 30, 40 y 50. Aquí, en Latchmere House, tenían centros de interrogación y campos de detención secretos. Reino Unido es Winston Churchill, Alan Turing, Camp 020, las máquinas «enigma», las grandes corporaciones financieras, el MI5 y MI6...
Todo esto y mucho más está presente en la novela Espías de Sangre.
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